Abstract

Resumen:

En el hábitat creado por la técnica, los objetos de la vida cotidiana desempeñan, un rol pragmático, afectivo y político que contribuye a poner al descubierto la identidad de los sujetos, según han puesto en evidencia Heidegger, Sartre y Arendt. Así sucede con el escudero del Lazarillo de Tormes, cuya honra peligra a causa de la vivienda mísera y el hambre. La carencia de muebles y comida denuncian la reputación usurpada del hombre de bien en una sociedad donde aparecer y tener son requisitos del ser. En la literatura y la pintura, el realismo de las imágenes de lo que falta es más simbólico que mimético, pero su valor semiótico cambia a lo largo del Siglo de Oro. El descarado Lazarillo les da carta de existencia literaria a los objetos humildes y los alimentos frugales que los cuadros de Sánchez Cotán, Velázquez y Murillo representan décadas después con intenciones piadosas. Desde la conocida hibridez barroca, estos temas también se ven representados en el hambriento y menesteroso personaje de Quijote, en cuyas escenas de indigencia cotidiana actúa el trabajo de lo negativo teorizado por Georges Didi-Huberman, a partir de las reflexiones de Walter Benjamin sobre la imagen dialéctica. Lo que configuran estos detalles que riñen con el idealismo y su discurso no es la inmoralidad del pícaro, sino la humillación del caballero que fracasa.

Abstract:

Everyday life objects play a pragmatic, affective, and political role that exposes individuals’ identity, as Heidegger, Sartre and Arendt have shown. This is the case of Lazarillo de Tormes squire, whose honor is endangered due to a miserable house and hunger. The lack of furniture and food denounces the usurped reputation of fine man in a society where possessions are requirements of the being. In literature and art, the realism of images showing what is lacking is more symbolic than mimetic, but its semiotic value changes throughout the Golden Age. The Lazarillo gives literary existence to the humble objects and frugual food portrayed, decades later with pious intentions, in Sánchez Cotán, Velázquez, and Murillo’s paintings. Since the renowned Baroque hybridity, these issues are also addressed in the hungry and needy character of Don Quixote, in which scenes of everyday poverty acts the negativity theorized by Georges Didi-Huberman, from Walter Benjamin’s reflections on dialectical image. What set these details to quarrel with idealism and its discourse is not the pícaro’s immorality, but the humiliation of the gentleman who fails.

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